GASOLINERA NAERI
UBICACIÓN FÍSICA
MENCIÓN SIGNIFICATIVA DE LA UBICACIÓN
MENCIÓN DE LA UBICACIÓN

  • ¡Gasolinera Naeri puede encontrarse en el libro de letras gráficas de Run!

    • Terminé de llenar el tanque y me di la vuelta, cuando algo rozó mi cara y cayó al piso. Debido a que fue inesperado, di un paso atrás y cuando vi lo que era, noté que se trataba de una factura arrugada que había caído a mis pies. Por instinto me agaché para tomarla con mi mano. Las personas sentadas en el sedán comenzaron a reír estrepitosamente. Me detuve por un momento. A la distancia, Seokjin observaba. No pude levantar mi cabeza. ¿Qué debería hacer si hago contacto visual con personas que viajan en grupo dentro de carros lujosos, ignorando a los demás y burlándose de ellos? Debería oponerme. Si lo que hacen es injusto, debería oponerme. No se trata de coraje, respeto propio o equidad. Por supuesto, es algo que se debe hacer.

      Sin embargo, esto es una estación de gasolina, y yo soy un trabajador de medio tiempo. Si el cliente tira basura, debo limpiarla, si dicen alguna maldición, debería escuchar, y si me tiran su dinero, solo debo recogerlo. Mi cuerpo tembló ante el desprecio. Hice un puño con mi mano. Mis uñas se hundieron en mi piel.

      En ese momento, alguien recogió la factura. Luego, me la dieron. La gente en el auto murmuró denotando desinterés y así como así se fueron del lugar. No podía levantar la vista incluso después de eso. No tenía la confianza de cruzar miradas con Seokjin. Mi cobardía, mi pobreza, mis circunstancias, no eran cosas que Seokjin no supiera. Aun así, no quería dejarme ver con total franqueza. Hyung se mantuvo parado a la orilla de mi campo de visión y no se movió de ahí. Tampoco se acercó ni dijo nada.



      El dueño de la gasolinera escupió en el piso y se fue. Estaba tirado en el suelo en posición fetal. Mientras dibujaba un grafiti en la pared trasera de la gasolinera, fui atrapado por el dueño y me golpeó mientras me preguntaba qué estaba haciendo con la pared de alguien más. Rodé por el suelo. Estaba acostumbrado a que me golpearan, pero también es algo a lo que no me puedo acostumbrar.

      Hace bastante tiempo empecé a hacer graffiti. Intenté rociar una pared con una lata de pintura que alguien había tirado. Creo que era color amarillo. Simplemente rocíe la pintura sin cuidado y miré hacia arriba. Mientras miraba la distintiva pintura amarilla sobre la pared gris, levanté un color diferente. Por un tiempo, rocié mis sentimientos desconocidos sobre la pared. Vacié todas las latas de pintura y me detuve. Recogí la lata, la lancé, y retrocedí. Estaba sin aliento, como si hubiera corrido un maratón.

      No sabía qué significado tenían los colores en la pared. No sabía que había hecho o por qué. Lo único, podía adivinar que se trataban de mis emociones. Había plasmado mis emociones en la pared. Al principio, pensé que era feo. También pensé que se veía sucio. Que era estúpido, inútil y patético. No me gustaba. Froté la pintura que todavía no secaba con la palma de mi mano. Quería borrarlo todo. En lugar de borrarlo, junté diferentes colores y los mezclé en formas diferentes. Me recargué sobre la pared. Que no me gustara no era un problema. Tampoco era un problema que no fuera hermoso. Solo era yo.

      Tosí al levantarme. El interior de mi boca estaba reventada, y la sangre salpicó en mi palma. Luego miré la mano de alguien recogiendo la lata de pintura. Seguí la dirección de la mano y observé el rostro de esa persona. Era Namjoon. Sonreí. Pensé que estaba viendo una alucinación. Hyung me extendió su mano. Yo solo lo observaba. Hyung me levantó con su mano. Esa mano era cálida.



      Con un estridente chillido, apenas frené el coche. Estaba tan distraído con mis propios pensamientos que no vi cómo cambiaba la luz del semáforo. Algunos estudiantes, en un uniforme que me resulta familiar, me miran a través del cristal de la ventana del carro. También había personas señalándome. Hice un esfuerzo por sonreír y agachar mi cabeza.

      Sé lo que tenía que hacer. Sin embargo, no era algo que no me asustara. ¿Podía terminar con toda esta infelicidad y todas estas heridas? ¿No significan todos estos intentos fallidos que definitivamente no tendré éxito? ¿No significa que debo rendirme? ¿Acaso la felicidad no es más que una vaga esperanza para nosotros? Incontables pensamientos vienen y van en mi cabeza.

      Sin darme cuenta, llegué a la intersección donde estaba la gasolinera, y la imagen de Namjoon echando gasolina apareció ante mi vista. Inhale profundamente y exhale lentamente. Las caras de Yoongi, Hoseok, Jimin, Taehyung y Jungkook invadieron mi mente una por una. Cambié de carril y entré a la gasolinera. No podía rendirme. Incluso si solo hay un 1% de posibilidades, no podía rendirme. A través de la ventana del auto, vi a Namjoon acercarse.



      Recargué mi cabeza sobre la ventana del autobús. Desde la biblioteca hasta la estación de gasolina. La calle por la que voy y vengo diariamente, el panorama al que me he familiarizado. ¿Llegará el día en que deje este escenario frente a mí? Se sentía imposible juzgar el mañana o esperar algo.

      Una mujer con una liga de cabello amarillo que mantenía su cabello en una coleta, se sentó frente a mí. Sus hombros se elevaron y volvieron a caer como si hubiera suspirado. Recargó su cabeza sobre la ventana. Desde hace un mes ya, estudiaba en la misma biblioteca y tomaba el autobús desde la misma parada que yo. Aunque nos habíamos dirigido la palabra, observábamos el mismo panorama, vivíamos en lo mismo, y suspiramos ante lo mismo. En mi bolsillo aún se encontraba una liga de cabello.

      Esa mujer siempre se bajaba tres paradas antes que yo. Cada vez que la veía salir del autobús, me preguntaba si seguiría repartiendo volantes. ¿Qué habrá experimentado? ¿Con qué clase de cosas se tendrá que enfrentar? ¿Qué tan seguido sentirá esa sensación de que el mañana no llegará, esa sensación de desalación que no estuvo desde el principio? Pensé sobre eso.

      La parada de autobús en la que ella solía bajar se acercaba. Alguien presionó el botón de parada, y pronto los pasajeros comenzaron a levantarse de sus asientos. Sin embargo, la mujer no estaba entre ellos. Mantenía su cabeza apoyada sobre la ventana, sentada. Parecía que se había quedado dormida. ¿Debería despertarla? Tuve un conflicto interno por un momento. El autobús llegó a la parada. La mujer seguía igual. Las personas bajaron del autobús, las puertas cerraron y el autobús siguió su camino.

      La mujer no se despertó por las próximas tres paradas. Volví a tener el mismo conflicto mientras se acercaba mi propia parada. Era claro que nadie más le prestaría atención una vez que yo bajara. Estará muy lejos de su parada habitual antes de que despierte, y no sabría si estaría aún más cansada debido a eso.

      Me bajé del autobús y comencé a caminar hacia la estación de gasolina. El autobús se marchó y no mire atrás. Dejé la liga del cabello sobre la mochila de la mujer, pero fue todo. Ese no era el principio ni el final. Nunca fue nada desde el principio, y no había motivo para que lo fuera. Así que pensé “no significa nada en realidad.”



      Observé al niño que comía su ramen apurado. Tendría algunos ocho, no, diez años creo. Incluso mientras devoraba sus fideos, volteaba a verme ocasionalmente. Pregunté por su nombre y él respondió “Es Woochang, Song Woochang.” Antes de eso, cuando la sopa del ramen manchó su camiseta y quedó con una mancha clara sobre ella, la talló con sus dedos y murmuró algo de que su abuela lo regañaría de nuevo.

      La primera vez que vi a Woochang fue hace dos meses. Había regresado de la estación de gasolina y Woochang estaba parado frente al contenedor que estaba atrás del mío. En ese momento, pensé que estaba buscando un atajo para salir de estación Songju y entrar a este lugar. El área de contendores no era un área para que un niño viviera. Pero, dos semanas después, lo vi pateando una pelota de fútbol sin cascarón por su cuenta, a un lado de los terrenos vacantes junto a los contenedores. Después de eso, me topé con Woochang varias veces. Siempre estaba corriendo por ahí solo hasta altas horas de la noche, usando la misma camiseta, pantalones y tenis. Con solo una mirada, era obvio que no había un adulto para cuidar de él. No había nada que pudiera hacer por él. Incluso cuidar de mi iba más allá de mis posibilidades. Siempre pasaba por ahí, fingiendo no conocer a Woochang.

      El día de hoy, cuando mi turno en la estación de gasolina terminó y regresé a la aldea de contenedores, eran pasadas las 11 PM. Mientras buscaba mis llaves en mi bolsillo, pude ver una sombra agacharse. Era Woochang. Como siempre, si apagaba mi preocupación se detendría. Todo terminaría su encontraba mi llave, abría la puerta, cocinaba ramen yo solo, y trataba de dormir. Pero hoy, no podía hacer eso. No quería hacer eso.

      Miré el cielo. Había estado nublado todo el día. Incluso en el cielo nocturno, nubes grises y llenas de agua, no podías observar ninguna estrella. De pronto, me dio hambre. Si recordaba bien, solo tenía un paquete de ramen en mi contenedor. No había procurado ninguno y no tendría que hacerlo en el futuro. Esas eran mis circunstancias. Miré la llave que había sacado de mi bolsillo. Recordé el paisaje que observé en mi camino de regreso de la aldea rural. Pensé en la frase que había escrito en la ventana del autobús.

      Caminé hacia donde estaba Woochang.



      Vine solo al mar. Por el visor de la cámara, el océano se veía tan grande, azul, y tan abierto como siempre. La luz del sol que golpeaba en la superficie y se disipaba, y el viento que soplaba a través de los pinos del bosque se encontraban ahí, como siempre. Si había algo que cambiaba, era que me encontraba realmente solo. Mientras presionaba el botón de captura, la vista frente a mi brilló, y aquel día de hace dos años y diez meses desapareció tan rápido como apareció. Ese día, nos sentamos lado a lado frente al mar. Estábamos agotados, no teníamos nada y nos veíamos desamparados, pero estábamos juntos.

      Di la vuelta al coche y pise con fuerza el acelerador. Pase por el túnel y demás altos. Abrí la ventana del carro cuando llegué cerca de la escuela a la que asistimos juntos. Era una noche de primavera. El aire se sentía cálido, y las hojas de los cerezos florecían en los árboles que rodeaban la barda de la escuela. Dejando atrás la escuela, pase por varias intersecciones, y di vuelta hacia la izquierda y la derecha otras veces. Un poco más adelante, pude notar la luz de la gasolinera en la que Namjoon trabajaba.