PARADA DE AUTOBÚS
UBICACIÓN FÍSICA
MENCIÓN SIGNIFICATIVA DE LA UBICACIÓN
MENCIÓN DE LA UBICACIÓN

  • ¡Parada de autobús puede encontrarse en el libro de letras gráficas de Run!

    • Cuando regresé a la realidad, estaba en la parada de autobús. Observé cuanto había caminado, pero ya no podía divisar el hospital. Esperé el autobús y me subí en él cuando finalmente llegó. El autobús se dirigía a aquel lugar. No era nada planeado, pero tal vez en mi corazón, lo sabía. Tenía que regresar a ese lugar de nuevo, tenía que confirmar el significado de lo que había sucedido. Mientras observaba el clima veraniego que viajaba fuera de la ventana, reflexioné sobre ellos. ¿Puedo confiar en los hyungs?

      El autobús se fue en cuanto me bajé de él. Dejó tras de sí una nube de polvo. Lentamente caminé hacia el lugar del accidente y recordé esa noche. La imagen de una gran luna descansando sobre el cielo, el mundo de cabeza, la luz de los faros que llego a mi visión al revés, la imagen del auto que pasó de largo y desapareció, y la luz roja de las luces traseras. El sonido del motor que de algún modo me era familiar.

      Me recosté sobre el asfalto justo como ese día. Volteé mi cabeza y observé el cielo. El día estaba oscureciendo, pero no podía ver la luna. Era una calle tranquila, pero si un carro viniera, si no se diera cuenta de que estoy aquí, podría ocurrir otro accidente. Mientras pensaba en ello, me pregunté a mi mismo otra vez. “Si no puedo confiar en los hyungs, ¿entonces en quién?”



      Recargué mi cabeza sobre la ventana del autobús. Desde la biblioteca hasta la estación de gasolina. La calle por la que voy y vengo diariamente, el panorama al que me he familiarizado. ¿Llegará el día en que deje este escenario frente a mí? Se sentía imposible juzgar el mañana o esperar algo.

      Una mujer con una liga de cabello amarillo que mantenía su cabello en una coleta, se sentó frente a mí. Sus hombros se elevaron y volvieron a caer como si hubiera suspirado. Recargó su cabeza sobre la ventana. Desde hace un mes ya, estudiaba en la misma biblioteca y tomaba el autobús desde la misma parada que yo. Aunque nos habíamos dirigido la palabra, observábamos el mismo panorama, vivíamos en lo mismo, y suspiramos ante lo mismo. En mi bolsillo aún se encontraba una liga de cabello.

      Esa mujer siempre se bajaba tres paradas antes que yo. Cada vez que la veía salir del autobús, me preguntaba si seguiría repartiendo volantes. ¿Qué habrá experimentado? ¿Con qué clase de cosas se tendrá que enfrentar? ¿Qué tan seguido sentirá esa sensación de que el mañana no llegará, esa sensación de desalación que no estuvo desde el principio? Pensé sobre eso.

      La parada de autobús en la que ella solía bajar se acercaba. Alguien presionó el botón de parada, y pronto los pasajeros comenzaron a levantarse de sus asientos. Sin embargo, la mujer no estaba entre ellos. Mantenía su cabeza apoyada sobre la ventana, sentada. Parecía que se había quedado dormida. ¿Debería despertarla? Tuve un conflicto interno por un momento. El autobús llegó a la parada. La mujer seguía igual. Las personas bajaron del autobús, las puertas cerraron y el autobús siguió su camino.

      La mujer no se despertó por las próximas tres paradas. Volví a tener el mismo conflicto mientras se acercaba mi propia parada. Era claro que nadie más le prestaría atención una vez que yo bajara. Estará muy lejos de su parada habitual antes de que despierte, y no sabría si estaría aún más cansada debido a eso.

      Me bajé del autobús y comencé a caminar hacia la estación de gasolina. El autobús se marchó y no mire atrás. Dejé la liga del cabello sobre la mochila de la mujer, pero fue todo. Ese no era el principio ni el final. Nunca fue nada desde el principio, y no había motivo para que lo fuera. Así que pensé “no significa nada en realidad.”



      Las personas esperando por el primer autobús bajo el frío viento trataban de calentar sus manos. Apreté firmemente la correa de mi bolso y posé mi mirada en el polvo del suelo. Hice un esfuerzo por no mantener contacto visual con nadie. Era un pueblo rural donde los autobuses se detienen solo dos veces al día. Observé al primer autobús llegando a la distancia.

      Subí al autobús junto a las demás personas. No miré atrás. Cuando ocurre algo urgente, cuando está fuera de tus manos, cuando la única opción que queda es escapar, te adhieres a estas condiciones. No miras atrás. En el momento que miras atrás, los esfuerzos conseguidos hasta el momento se desvanecen. Mirando atrás. Es la duda, el persistente apego y el miedo. Si vences esos factores, puedes escapar por fin.

      El autobús arrancó. No tenía un plan. No tenía nada urgente, y no estaba intentando huir. Era lo más cercano a escapar a ciegas. El aspecto cansado de mi madre. Mi rebelde hermano menor. La enfermedad de mi padre. Comenzando con los problemas familiares que se volvían peores con el paso de los días. A mis familiares que impusieron paz y sacrificio, me resigne a pretender que no sabía nada, adaptándome y conteniéndome. Y por encima de todo, de la pobreza.

      Si te preguntas si la pobreza es un crimen, nadie te dirá que sí. ¿Pero es verdad? La pobreza carcome muchas cosas. Cosas que eran preciadas, se convierten en nada. Renuncias a cosas a las que no podrías renunciar. Te hace cuestionarte, tener miedo y finalmente resignarte.

      En unas cuantas horas, el autobús llegará a una parada familiar. Cuando me fui de ahí hace un año, no dejé despedidas. Ahora voy de regreso sin ningún previo aviso. Recordé los rostros de mis amigos. Todos hemos perdido el contacto. ¿Qué estarán haciendo todos? ¿Me darían la bienvenida? ¿Seríamos capaces de volver a reunirnos y reír juntos como en aquellos tiempos? No podía ver el paisaje a través de la ventana debido al frío. Lentamente moví mis dedos sobre la ventana.

      “Debo/debemos sobrevivir.”



      Al final tuve que ir al Arboreto de Flores. Tenía que dejar de mentir sobre no poder recordar lo que sucedió ahí. Esconderme en el hospital, tener ataques, necesitaba detener todo. Para lograrlo, tenía que ir a ese lugar. Con ello en mente, me dirigí a la parada de autobús varios días. Pero no me atrevía a subir el autobús con camino al Arboreto de Flores.

      No fue sino hasta hoy, después de intentarlo por tres veces que Yoongi se dejó caer a mi lado. Cuando le pregunté qué estaba haciendo, dijo que no tenía nada que hacer y que estaba aburrido. Luego me preguntó qué hacía sentado ahí. Cabizbajo, pateé la punta de mis zapatos en el suelo. Me pregunté qué hacía sentado ahí. Era porque no tenía valor. Quería fingir que ya estaba bien, fingir que sabía algo, pretender que podía superar esto, pero en realidad tenía miedo. Tenía miedo de lo que encontraría, miedo sobre si podría soportarlo, y miedo a tener un ataque.

      Yoongi se veía despreocupado. Como si no fuera nada, continúo con una inútil charla sobre si el clima era bueno. Tras escuchar esa plática, me di cuenta que el clima realmente era bueno. Estaba tan nervioso que no hubo lugar en mí para observar alrededor. El cielo era realmente azul. En algunos momentos también soplaba un cálido viento. El autobús se detuvo y las puertas se abrieron. El chofer me observó. Pregunté de forma impulsiva.

      “Hyung, ¿me acompañas?”



      Sentí un dolor desgarrador en uno de mis costados. Estaba chorreando de sudor. Las vías del tren, el terreno baldío detrás de la tienda de conveniencia, bajo el desnivel, no importa donde, ella no estaba ahí. Corrí hasta la parada de autobús, pero como era de esperar, no estaba ahí. Las personas en la parada me miraron extrañado, ¿Qué había pasado? No teníamos planeado vernos, pero fue extraño. Siempre aparecía de forma extraña y de la nada y me seguía. Incluso si decía que era molestia, eso no era bueno. Pero incluso a los lugares que íbamos juntos, ella no estaba ahí.

      Mientras me acercaba a esa familiar pared, detuve mi paso. Era el grafiti que hicimos juntos. También fue de la primera vez que dibujó. Había una gran equis dibujada encima. Era ella. No lo vi, pero lo sabía. ¿Por qué? No lo sabía. En lugar de eso, había varias imágenes superpuestas sobre la pared.

      La imagen de ella riéndose de mí porque me acosté sobre las vías del tren y golpeé mi cabeza. El recuerdo de ella ayudándome cuando me caí mientras intentaba ayudarla a huir. Su cara molesta cuando comí el pan que le quité. Su expresión, que se disipaba cuando pasamos por las fotos familiares colgadas sobre el estudio de fotografía. Su mirada, que seguía a los estudiantes que pasaban sin que ella se diera cuenta. Mientras pintábamos esta pared juntos le dije “Cuando se ponga difícil, no te quejes de ello por ti misma. Cuéntame.” La equis estaba marcada sobre todos esos recuerdos. Era como si dijera que no eran reales. Era como si dijera que eran mentiras. Sin darme cuenta, apreté mi mano en un puño. ¿Por qué? Como era de esperarse, no tuve respuesta. Me di la vuelta y caminé. Estaba solo de nuevo. Ambos, ella y yo.



      La mamá de Jimin cruzó la sala de emergencias. Revisando el nombre de las cabecillas de las camas y la etiqueta en los sueros intravenosos, uno a uno, logró encontrar a Jimin. Un poco dudoso, me acerqué para hablar sobre porque habían traído a Jimin a la sala de emergencias y de cómo había tenido un ataque epiléptico en la parada de autobús. Como si acabara de darse cuenta de mi existencia, la madre de Jimin me observó por un momento como si tratara de adivinar algo. La saludé, sin saber qué más hacer. La madre de Jimin me agradeció y luego se dio la vuelta.

      Ella me dio la cara una vez más cuando los doctores y enfermeros comenzaron a mover la cama e intenté seguirles. Mientras daba las gracias de nuevo, la señora me pasó de largo golpeando mi hombro. Más que un golpe, un ligero toque con su mano sería una descripción más adecuada. De pronto, se dibujó una línea entre la madre de Jimin y yo, que no podía percibir. Era una línea clara y firme. Era fría y sólida. Era una línea que nunca podría cruzar. Había vivido por más de diez años en el orfanato, así que pude percibirlo con todo mi cuerpo, con mis ojos, en el aire. En la confusión del momento, caí al piso mientras retrocedía. La madre de Jimin me dedicó una mirada sin expresión. Era pequeña y muy linda, pero su sombra lucía fría y enorme. Fui cubierto por esa sombra en el piso de la sala de emergencias. Cuando levanté mi cabeza, Jimin ya había sido sacado de la sala de emergencias y no pude verlo. Tras ese día, Jimin no regresó a la escuela.